el azúcar en la provincia de málaga
Bajo este nombre presentamos el catálogo de la exposición realizada sobre la presencia y la importancia de la fabricación del azúcar en las tierras malagueñas durante más de un milenio.Bajo este nombre presentamos el catálogo de la exposición realizada sobre la presencia y la importancia de la fabricación del azúcar en las tierras malagueñas durante más de un milenio.
La caña de azúcar (Saccharum officinarum L.) es un cultivo viajero que ha dado lugar a una cultura allá por donde ha pasado. La domesticación de esta gramínea tuvo lugar en Nueva Guinea y Borneo. Más tarde hibridó en la India con otra especie procedente de África, después pasó a China, más tarde al Próximo Oriente hasta alcanzar el Mediterráneo y finalmente cruzó el Atlántico para llegar al continente americano.
La civilización árabo-musulmana jugó un papel fundamental en su expansión desde el este hacia el oeste. Los árabes fueron introduciendo esta planta en las nuevas tierras que se iban integrando en el Imperio Islámico si las condiciones bioclimáticas lo permitían.
Textos árabes diversos sitúan la llegada de la planta de la caña de azúcar a la península ibérica en el siglo X, durante el Califato de Córdoba. En la Crónica de Ahmed al-Razi (887-955) se sitúa esta planta en diversos territorios del sur de la Península: Salobreña, Almuñécar, la vega granadina, Sevilla y Málaga. Algunas de estas zonas no reúnen las características ecológicas necesarias para este cultivo, por lo que es posible que solo fuera conocido por especialistas botánicos y cultivado en jardines de estos científicos.

Sobre la presencia más real del cultivo de la caña de azúcar en la tierra malagueña tenemos datos más seguros en los siglos XII-XIII. Yaqut al-Hamawi (1179-1229) escribe sobre la presencia de la caña de azúcar y la platanera en Shamllala o Shamllila, ciudad que se encontraba al oeste del río Vélez (sus restos arqueológicos han sido estudiados en el Peñón del Toro).
Las primeras noticias sobre las llamadas entonces “oficinas o aduanas de azúcar”, o sea los primeros trapiches o ingenios, no aparecen en nuestra zona mediterránea hasta los momentos inmediatamente anteriores a la conquista castellana en Motril (1486) y Almuñécar.
En tierras malagueñas la primera noticia sobre la fabricación de azúcar la tenemos un poco antes de 1530 y se refiere al ingenio del Condado de Casares, situado hoy en tierras del término de Manilva, en las cercanías de la torre de la Duquesa. Desde entonces y, sobre todo, desde la expulsión de los moriscos en 1571 hasta el siglo XIX aparecen ingenios o trapiches azucareros en toda la costa malagueña: Torrox, Maro, Nerja, Frigiliana, Algarrobo, Torre del Mar, Vélez-Málaga, Mijas, Marbella, Málaga y la propia Manilva.
La industrialización del sector se introdujo en la costa mediterránea gracias a D. Ramón de la Sagra a partir de 1845 en que puso en marcha la primera fábrica de azúcar moderna en Almuñécar y un año después otra en Torre del Mar, con la utilización de la máquina de vapor y la moderna tecnología. Las fábricas modernas de azúcar se extendieron por las distintas localidades costeras y algunas del interior de Málaga: Nerja, Maro, Torrox, Frigiliana, Torre del Mar, Vélez-Málaga, Benamargosa, Málaga, San Pedro de Alcántara y Sabinillas. Durante la segunda mitad del siglo XIX y todo el siglo XX estuvieron en activo las fábricas azucareras malagueñas.
En Europa se pensó desde el siglo XVIII en obtener sacarosa de otras plantas para abastecer a la población del consumo de azúcar. En 1747 Andreas Margraff, con el apoyo de Federico el Grande de Prusia, descubrió que la remolacha (Beta vulgaris) contiene sacarosa en su raíz. Su discípulo, Franz Carl Achard creó en Güner (Silesia) la primera fábrica de azúcar de remolacha. La experiencia se difundió por Europa a partir de 1802.

Azucarera de El Tarajal (Málaga). Juan Antonio Isla
En España hubo que esperar muchos años hasta que se experimentase esta innovación ya que este país disponía de azúcar suficiente en sus colonias antillanas, especialmente en Cuba.
En 1874 se iniciaron los cultivos experimentales de remolacha y las dos primeras fábricas se pusieron en marcha en 1882, a la vez, en Alcolea (Córdoba) y Granada. En la campaña 1892-1893 había ya 13 fábricas de remolacha, tal era la posibilidad de hacer un buen negocio en este sector. Entre ellas estaba la Azucarera Antequerana, la única en su género en la provincia malagueña, si bien hubo fábricas que simultanearon la caña de azúcar con la remolacha como la de San Pedro de Alcántara y ya después, en la década de 1930, la del Tarajal y la Azucarera Hispania.
En 1910 ya había 55 fábricas remolacheras en el país. Este rápido negocio trajo como consecuencia la superproducción y la consecuente bajada de los precios con la ruina de muchas azucareras de remolacha y de caña. Mientras tanto la Azucarera Antequerana se mantuvo como la fábrica más importante de esta ciudad y estuvo en activo hasta la campaña de 1981-1982.
Fueron muchas las localidades malagueñas que dependieron durante mucho tiempo de la industria azucarera, que dio lugar a un paisaje agrario-industrial, a una cultura y a unas costumbres que no podemos entender sin la presencia de la caña de azúcar o la remolacha.

Etiqueta Ingenio Nuestra Señora del Carmen
Fuente: comidasmagazine.com
En 1994 cerró la Azucarera Hispania, la última en hacerlo y convertir todo el paisaje azucarero, las plantaciones de caña y las fábricas, en un recuerdo y en Patrimonio Histórico. Hoy solo queda en funcionamiento, como un elemento vivo del pasado, la fábrica de miel de caña Nuestra Señora del Carmen de Frigiliana.
Las tierras malagueñas, desde Maro a Manilva y desde Málaga a Antequera, tienen en la fabricación de azúcar una de sus raíces históricas más propias. Además, conservan un importante patrimonio de edificios, ruinas, canales y acueductos, caminos, campos, historias y recuerdos de un tiempo en que muchos malagueños tuvieron su modo de vida gracias a este sector.
Contamos con edificios restaurados a los que se ha dado o se debe dar una nueva y digna dedicación: la fábrica de Torre del Mar, el trapiche de Guadaiza, la fábrica San Rafael de Benamargosa o la de San José de Nerja. Hay otros valiosos edificios en ruinas o abandono que necesitan una pronta intervención y puesta en valor como patrimonio importante de nuestro pasado: los ingenios de Maro y Nerja, la fábrica de Torrox, la fábrica del Tarajal o el trapiche del Prado de Marbella.
Conservamos también bellos elementos de la arquitectura del agua relacionados con la industria azucarera, que merece la pena considerar y poner en valor, aparte del incomparable acueducto del Águila de Maro: acequias y acueductos de Torrox, Nerja, Frigiliana o Mijas son los grandes desconocidos de este patrimonio que necesita ser divulgado entre los ciudadanos.
También hay elementos artísticos relacionados con la Historia del azúcar que forman parte de nuestro mejor patrimonio cultural: la ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja y sus pinturas murales, la torre del Salto de la Mora en la costa de Casares, la Alegoría de Málaga de Ferrándiz y Muñoz Degrain en el techo del teatro Cervantes, obras de pintores como Horacio Lengo Martínez y de fotógrafos como José Padial Bobadilla, Emilio A. Som Cerezo, Vicente Tolosa Elorduy o José Martínez Oppelt.
La Historia del azúcar tuvo también su reflejo en la pluma de escritores como Rubén Darío, José Martínez Ruiz Azorín, Vital Aza o Marjorie Grice- Hutchinson, y en los recuerdos de muchos viajeros como Willhem von Humboldt, Alexander Laborde, Charles Davillier, William Jacob, Jean François de Bourgoing o María de las Nieves de Braganza y Borbón. Pero hay también elementos vivos que nos han quedado de la Historia del azúcar como el zumo de caña, el ron, la miel de caña y la presencia de estos elementos en platos de nuestra cocina o en ese caramelo casero llamado arropía.
El Patrimonio azucarero y su puesta en valor tiene además un componente económico. El turismo industrial es un sector cada vez más valorado por personas que buscan conocer la cultura y las raíces históricas de los países que visitan. Tenemos unos valores que hay que saber mostrar y que sirvan de complemento a nuestro sector tradicional turístico.

Acueducto de El Águila – Maro (Nerja). Juan A. Isla